El pacto entre Osvaldo Jaldo y Germán Alfaro se dio mediante dos actos separados en el tiempo. El primero de ellos fue apenas un destello, a fines del 2023 electoral. Sucedió cuando el alfarismo trastabillaba y estaba en su peor momento: había perdido la Capital, las ilusiones de ganar la vicegobernación con Juntos por el Cambio se habían diluido y a su aliado presidencial Horacio Rodriguez Larreta le había ido mal. En paralelo, el gobernador transitaba, todavía con el halo del triunfo, el primer mes de gestión propia. De manera inesperada, el tranqueño selló entonces una reconciliación con el ex intendente capitalino. LLegaron a un acuerdo para sentar dirigentes del espacio -hasta entonces opositor- en las mesas de conducción de la Legislatura y del Concejo de San Miguel de Tucumán .

En ese mismo momento comenzaron las versiones sobre un futuro acuerdo electoral. Y se volvió realidad un año y medio después. Esta segunda instancia se concretó más precisamente el viernes 16, tras una reunión de más de dos horas en la Casa de Gobierno que remeció la política local.

La sorpresa en el ambiente no fue sólo por lo inesperado, sino principalmente por las dudas sobre los motivos y la pertinencia.

La incorporación del Partido por la Justicia Social (PJS) al frente Tucumán Primero, que tiene como columna al Partido Justicialista (PJ), generó incógnitas respecto de los riesgos y ganancias de la jugada para el conductor del peronismo oficialista.

La alianza viene a convertir en realidad el fantasma que más sobrevoló el peronismo tucumano durante la última década, desde que fueron electos vicegobernador e intendente más precisamente.

Los protagonistas de esta columna mantenían un vínculo personal desde finales de los 90’, cuando integraban la Legislatura. Los dirigentes analizaban la política, intercambiaban ideas y se hicieron cercanos. Los encuentros eran privados, algunos públicos. Cada tanto, y dependiendo de las coyunturas y de los enemigos, dejaban rodar el runrún sobre su probable asociación.

Jaldo y Alfaro tienen características muy parecidas en la manera de militar, de hacer y de entender la política, dicen quienes los conocen de cerca. Los movimientos del tablero local, sin embargo, los dejaron parados a uno en el oficialismo y a otro, en la oposición. La relación se había tensado en la interna Jaldo-Manzur -porque Alfaro tuvo un breve cortejo con el entonces gobernador- y los roces se habían ido acentuando hasta que los fuertes cruces en la campaña se llevaron puesta la amistad.

Estos capítulos de la novela parecen haber quedado atrás y, con Alfaro fuera del poder y Jaldo empoderado, pudieron ir recomponiendo la confianza.

El nuevo año electoral los encuentra en situaciones muy distintas y ante un panorama complejo para la dirigencia tradicional.

El acuerdo sin fotos ni actos conjuntos -por el momento- seguirá dando que hablar, sobre todo, por las implicancias de aquí en adelante y por cómo encarará el proselitismo un frente tan heterogéneo y, a la vez, con figuras que se sienten tirria entre sí.

El fenómeno de La Libertad Avanza (LLA) y su desempeño electoral están siendo gravitantes para la toma de decisiones en los armados en las distintas jurisdicciones del país. Marcados por la fragmentación partidaria y la incertidumbre respecto del comportamiento del electorado, los tableros no terminan de configurarse para octubre.

La performance que viene teniendo el partido del Presidente obligó a gobernadores a dar timonazos, a cerrar alianzas y a rediseñar las campañas para provincializarlas.

Los porqués de Jaldo

El gobernador siguió con atención los escrutinios en los procesos provinciales y en la Ciudad de Buenos Aires. Jaldo está convencido de que el resultado de octubre no puede ser otro que ganar porque se juega muchísimo más que dos bancas de Diputados.

El mandatario tiene en claro que la que se plebiscita es su gestión y que un triunfo es clave por tres motivos: para que la Nación deba seguir negociando con un gobernador “ganador” y no intente doblegarlo; para consagrarse definitivamente en las urnas como el único conductor local y para poder proyectarse hacia una posible reelección en 2027. El gran rival, al menos hasta hoy, es LLA.  

Por todos estos motivos estaría dispuesto a sumar a aquellos que quieran acercarse al PJ. El único reparo hasta aquí es hacia algunos integrantes del justicialismo antimileísta.

Jaldo sabe, dicen en su entorno, las fortalezas y debilidades del alfarismo. Institucionalmente, el PJS cuenta con una pieza clave: la senadora Beatriz Ávila. El tranqueño sumará una banca importante antes de las elecciones para renovar la Cámara Alta. No vienen mal tampoco dos legisladores (Rodolfo Ocaranza y Rolando Alfaro) y siete concejales en diferentes municipios.

Alfaro aporta, entiende, a la Capital, una sección electoral en la que el jaldismo puro no es fuerte. Además, la figura que ocupa el puesto de mayor poder, Rossana Chahla, no es de su riñón y, aunque guarden las apariencias, mantienen una relación inestable.

La incorporación es un mensaje a la jefa municipal, que afirma que participará de la campaña pero que no será candidata. La ex diputada es la figura que mejor mide en la provincia, después del gobernador, y en el oficialismo se había pensado originalmente que ella y que el vicegobernador Miguel Acevedo serían buenos postulantes.

Ante la negativa de los dos, Jaldo integra al ex intendente cuya gestión fue denunciada en dos oportunidades y que es cuestionada duramente por el equipo de Chahla.

Para Jaldo, la ganancia tiene que ver también con sumar a un dirigente avezado, que puede ser puntal en cualquier disputa y que es irritante para diversos sectores internos. Además, podría colaborar con el armado en la Capital, que a esta altura es un signo de interrogación.

La alianza también es un riesgo. Jaldo tuvo que explicar a su tropa el porqué y recibió cuestionamientos, tal como comentó el columnista Fernando Stanich ayer. En el peronismo que repudia la situación sostienen que es incierto el número de votos que podría aportar Alfaro y dudan en cómo su imagen podría impactar en la del frente. Aseguran que a eso se debe la mesura de Jaldo a la hora de confirmar los hechos ante la prensa y de exhibir el movimiento político.

En la disidencia de Jaldo deslizan que Alfaro podría haber pedido “protección” ante un posible embate judicial. En los alrededores del titular del Ejecutivo descartaron de plano esta posibilidad al insistir en que el recientemente invitado no habría pedido absolutamente nada.

Hay quienes plantean que el armado de la campaña será todo un desafío y que se preguntan cómo hará el vicepresidente del justicialismo para amalgamar, por ejemplo, en una misma línea a Alfaro y Chahla. O a Alfaro y los ex manzuristas que todavía recuerdan que “bajó” a Manzur de la fórmula para la gobernación (mediante una acción judicial).      

En la misma Casa de Gobierno especulan con que Jaldo tiene un plan para Alfaro que aún no reveló o que se está anticipando a alguna situación que el resto desconoce.

Los porqués de Alfaro

Alfaro expresa ante dirigentes que estaba decidido a “guardarse” hasta el año que viene. Explica que la pérdida de poder no es fácil de digerir para alguien que fue protagonista de la escena durante tanto tiempo. Había pasado por una exposición y desgastes extremos. El silencio le costó. Pero afirman cerca de él que, ante las denuncias y críticas del oficialismo municipal, sintió que lo estaban llamando para volver al ruedo. Y que se entusiasmó. Mencionan que entendió que era su oportunidad de oro para el regreso y dicen que el oficialismo municipal se arrepentirá de haberlo azuzado. Con el diálogo aceitado con Jaldo, tomó la opción. Le planteó al gobernador que si no estaba en la coalición, no participaría de los comicios. Porque no estaba dispuesto a estar con LLA ni a apoyar a su ex compañero de candidatura Roberto Sánchez.

Alfaro declaró que las denuncias tienen como objetivo “bajarle el precio político” y aduce en su entorno que no puede mantenerse inmóvil ante esos ataques. Puertas adentro, afirma que no será candidato, que no quiere ser funcionario ni, mucho menos, volver a la intendencia en el futuro.

Ayer encabezó su primera acción política. Compartió un locro con dirigentes de distintos puntos de la provincia. Al igual que Jaldo, tuvo que explicarles por qué llegaron al frente. Ratificó que esto no implica volver al PJ y que seguirán con su autonomía partidaria.

Hay otra versión distinta que corrió y que indica que Alfaro habría tenido pensado participar de los comicios con antelación a las denuncias. Dentro del peronismo más desconfiado consignan que Jaldo habría sido quien, a sabiendas de ello, habría invitado a Alfaro a sumarse para molestar a la intendenta y para tenerlo como postulante latente para el 2027.

Más allá de las versiones, ¿qué rol tendrá? Alfaro pretendería ser el principal opositor a Chahla y, a la vez, un hombre de consulta del gobernador. Hará política sin cargo, dicen que caracteriza. En los pasillos de la Gobernación tienen una idea más: que sea el ambulanciero que recoja a los posibles heridos del chahalismo para que se queden en el PJ, pero en el ala jaldista.

¿Qué pasará con los legisladores que llegaron por el alfarismo? De los cinco, dos siguen enfilados tras él. Los tres restantes permanecen distantes y seguirán el camino que habían emprendido: es probable que Alfredo Toscano, Walter Berarducci y Claudio Viña se mantengan en la oposición e integren el frente que llevará a Sánchez como candidato.

De hecho, el lunes habrá una reunión entre ex Juntos por el Cambio para definir la posterior presentación del espacio y la postulación del diputado radical.

¿Sus referentes tendrán bloque propio o se anexarán a los del gobernador? Todo seguirá como hasta ahora por el momento en el Senado, la Legislatura y los Concejos.

Alfaro parece tener hasta aquí más ganancias que riesgos. Pero también está la incógnita de cómo se opondrá al Municipio desde el frente que integra también el oficialismo de San Miguel de Tucumán. En sus alrededores saben que puede ser una ficha incómoda para algunos compañeros y que podría traerle disgustos al conductor.

El acuerdo seguirá dando que hablar, sobre todo en relación a los riesgos y ganancias.